SINOPSIA

A principios del siglo XIX el Ministro de Justicia del Gobierno de Napoleón –el labortano Joseph Garat– ideó un plan para agrupar los siete territorios históricos vascos en un ente administrativo con vocación de estado, que propuso denominar «Nueva Fenicia». No obstante, los convulsos hechos que sucedieron en aquella época impidieron que el proyecto fuera llevado completamente a término.

El trienio que se extendió entre 1810 y 1813 fue especialmente duro en «Nueva Fenicia», y particularmente en la ciudad de Donostia, tomada entonces por las tropas francesas.

Sin embargo, ello no impedía que la vida siguiera su curso en la ciudad ocupada. Todas las mañanas una koxkera acudía despreocupada a limpiar una de las fuentes de las que se servían los soldados franceses. Todas sus penalidades se desvanecían cuando coincidía con un fornido joxemaritarra acudía a su encuentro. Aquellos momentos mágicos entre pedarras y pitxarras, desembocaron en un primer ósculo, salpicado por el agua de la fuente, y bendecido por el párroco del convento de Santa Teresa.

En 1813 se extiende el rumor de que un preso portugués había declarado que tenía la consigna del General Castaños de tomar la ciudad y pasar a cuchillo a sus habitantes. Atemorizados por esta amenaza, la pareja decide dejar Donostia y huir a Zubieta.

El 31 de agosto de aquel año la sospecha se hizo realidad y Las tropas anglo-español-portuguesas comandadas por el Duque de Wellington saquean y prenden fuego a la ciudad. En el acta levantada por los supervivientes en enero de 1814 que se describen «barbaridades cometidas sin cuento: violaciones sobre cadáveres, acuchillamientos de madres sobre sus hijos, el salvarse hundiéndose en los pozos negros y los incendios de portal en portal». Según el acta, 600 casas fueron saqueadas, 500 quemadas, y todas las niñas y mujeres violadas.