GERO realiza gran parte de su actividad gracias a su entramado de voluntarios que ofrecen parte de su tiempo libre en la realización de diversas tareas: trabajos de oficina, de mantenimiento, tocando algún instrumento, cosiendo, etc.
Muchas de estas personas son familiares de dantzaris del grupo, pero también los hay que no tienen ninguna vinculación con los bailarines, simplemente creen en el proyecto y colaboran con su trabajo.
A continuación, presentamos un testimonio de una de las personas que colabora altruistamente con GERO.
PUEBLO QUE BAILA NO MUERE
Desde niña se me inculcó la importancia de la música, la cultura y la danza vasca y las tengo arraigadas en mis entrañas. Es escuchar música, y no poder mantener las piernas inmóviles o lanzar un irrintzi o un grito de alborozo. Es algo que te lleva a dejar en el centro de un corro el calzado que te impide disfrutar del baile, el botellín de cerveza que tenías en la mano o el bolso que llevabas en el brazo. Suena la música, te arrancas a bailar y dejas momentáneamente de lado tus inquietudes y quebraderos de cabeza. Empiezas a coordinar tus movimientos con los de una pareja de baile a quien antes nunca habías visto, y ello genera una conexión y unos momentos inolvidables que difícilmente surgen en otros contextos y con otras actividades. En cualquier lugar, con cualquier persona, la música y la danza te llevan, te mueven, y comunican.
Hace unos 11 años se nos presentó el momento propicio para recuperar esta afición. Queríamos transmitir a nuestros hijos la pasión que nosotros habíamos recibido de nuestras familias. Y, no sólo eso, queríamos disfrutar juntos de esa emoción. GERO Axular nos ofrecía una oportunidad única, como familia, para disfrutar todos juntos de la euskal dantza El ambiente, las actividades, la forma de trabajar nos parecieron perfectos.
Hay muchas maneras de disfrutar de la música y la danza Ser espectadora u oyente puede bastar, en ocasiones. Pero cuando te adentras en la actividad y te implicas en las actuaciones, el disfrute se incrementa notablemente. Esa fue nuestra elección. Primero empezamos a ayudar en cosas pequeñas. Poco a poco se generó un apego al grupo y nos sentimos más ligados a GERO. Colaboramos en tareas de arreglar y a confección de vestidos y prendas. En ocasiones, nos ofrecimos a hacer fotos y vídeos. Empezamos a preparar presentaciones. Nos sumamos al grupo encargado de freír txistorra el día de Santo Tomás. Poco a poco, hicimos nuevos amigos y comenzamos a sentirnos cómplices de nuestros hijos y de todos los compañeros del grupo.
También surgió la oportunidad de subir al escenario. La alegría de la emoción que se siente en los momentos previos al inicio de las actuaciones no se puede expresar con palabras. Todos los dantzaris nerviosos, centrados en los últimos preparativos, atando las abarcas, colocando los imperdibles aquí y allá, calentándo las piernas y concentrando la mente… Lo que se siente detrás del escenario en esos momentos es indescriptible. Sólo el que ha estado allí sabe lo estimulante y satisfactoria puede resultar la experiencia.
Nunca olvidaré la primera vez que nuestros hijos nos vieron bailar en la sala de ensayos. Su rostro se encendió de emoción, aunque no podían tampoco ocultar un cierto rubor. Sin embargo, al igual que nosotros, también ellos entendieron que la danza era una actividad que nos unía a los cuatro; una afición que compartía y unía a la familia.
Personalmente, como madre, pareja y amiga, sólo me queda destacar que, implicarme en los proyectos de Gero, lo siento como una aventura única. ¡Sigamos bailando, sigamos soñando!
Oihana Amonarraiz